Durante este verano he tenido oportunidad de hacer un viaje-peregrinación, con algunos sacerdotes y algunos chicos que se están pensando serlo, por sitios muy interesantes.
La "infraestructura" era sencilla: un coche y una furgoneta, alojamiento en un colegio de Lyon bastante económico, y luego bocatas y algún pequeño extra (discreto, eso sí). A partir de ahí: "tira millas". Nunca mejor dicho.
Lyon sería el primer destino, y el "centro de operaciones". La ciudad de los dos ríos que fue, no cabe duda, muy acogedora para nuestra expedición. Allí tuvimos la oportunidad de ver y rezar en la catedral, con una imagen preciosa de la Virgen en la Capilla del Santísimo, y pudimos pasear por sus calles y sus monumentos, ciertamente interesantes.
No hay que perder de vista que Lyon es una de las diócesis más antiguas de Francia, la hija primogénita de la Iglesia. De ella fue obispo Ireneo, un Padre de la Iglesia que supo combatir las primeras herejías que perturbaron la fe que entonces se estaba extendiendo y fortaleciendo.
Ahora, sin perder el atractivo histórico de lo que fue, se muestra como una ciudad del siglo XXI, que abre sus brazos al visitante que quiera llegar hasta ella.
En esos días celebraban sus fiestas, aunque hay que reconocer que lejos de lo que los "hispanos" acostumbramos. Una curiosidad: vimos cómo se anunciaba un gazpacho, netamente español, en algunas de las marquesinas de sus calles. Se ve que saben apreciar lo bueno...