Nos molestan los dogmas. Lo que hay que creer porque sí. No casan bien con nuestra mentalidad libre, que quiere volar sin restricciones. “No me pueden imponer que piense así, que comulgue con ruedas de molino, que diga sí a esto o a lo otro. Si no pasa por mi criterio y por el metro que yo, soberanamente le aplico, no me sirve”. El propio yo se erige en medidor de todo. Este modo de pensar es, sencillamente, un hecho que constatamos a cada paso.
Pero he aquí que, frente a esto, surgen las palabras mágicas: “progresista, democrático, ecológico, avanzado…”, y todas sus derivadas. Palabras, conceptos, que tienen tal poder de hechizo sobre las personas, que su criterio, su modo de pensar, su opinión, lo único que puede o parece que debe hacer, es arrodillarse ante lo que plantean en señal de adoración.
Y surgen los nuevos dogmas. Lo que hay que creer porque sí, porque a ver quién es el guapo que se deja señalar como antidemocrático, como retrógrado, como contrario a lo ecológico… Y ahí entran el lince y el preservativo.
Analicemos un poco la cuestión. A la Conferencia episcopal se le ha ocurrido presentar una campaña. Y un cartel. Allí aparecen dos imágenes tiernas: a la derecha un cachorro de lince con el sello de especie protegida, a la izquierda un bebé que se interroga: “¿y yo?”.
Los de los nuevos dogmas se han escandalizado de que los obispos hagan estas cosas. ¿A quién se le ocurre, con lo simpáticos que son los linces? Y desde altas instancias de la administración se han aprestado a subvencionar, no podía ser menos, el lince ibérico que ha sido agraviado con esta campaña. Mientras tanto, parece que las ayudas a las madres que tienen dificultades para seguir adelante con su embarazo, no llegan.
“Nosotras parimos, nosotras decidimos”. Pero se informa poco para poder decidir y da la impresión de que los nuevos dogmas quieren imponer una decisión única. No hace falta ser muy sagaz para intuir cuál es: quitarse de encima el problema, es decir, abortar.
Luego está el preservativo. Resulta que el Papa va a África, un continente donde la plaga del sida ha causado un verdadero “exterminio”. En el avión que lleva al Papa y a los periodistas, hay una rueda de prensa y, ante la pregunta evidente sobre este mal, el Papa responde. El sida no se resuelve con los preservativos. Y explica para el que quiera entender. Primero porque de lo que se trata es de humanizar la sexualidad. Segundo porque hay que atender desde una verdadera amistad y disponibilidad a las personas que lo sufren.
Escándalo en muchos medios de comunicación: el Papa y la Iglesia contrarios al progreso, se tapan los ojos ante el problema. Otra vez la adoración ante el “pensamiento único”. Algunos países, entre otros el nuestro, se cree en la obligación de regalar preservativos para no privar a los africanos de sus “derechos sexuales”.
Pero resulta que se sabe, y está científicamente demostrado, que el preservativo no termina de “preservar”, y además favorece la promiscuidad sexual, es decir, los encuentros sexuales indiscriminados. Con lo cual, más que atajar el problema en su raíz, lo que se hace es maquillarlo y lo que es peor: extenderlo más aún.
¿A alguien se le ha ocurrido dar otra solución a ver qué pasa? Pues sí, algún país, también africano, ha puesto en marcha una campaña para promover un comportamiento sexual basado en la “castidad”. Palabra prohibida en muchos ambientes y que suscita una sonrisita de: “a estas alturas con esas tonterías”. Pero resulta que ha funcionado. Cuando se vive bien la sexualidad en el matrimonio, cuando no hay cambios de parejas como si estuviéramos en un concurso de baile, resulta que funciona.
¿Y por qué no se dice esto? Porque muchas veces no se quiere escuchar, porque se impone una especie de “censura de los nuevos dogmas”, o porque “lo otro” es lo más cómodo, o lo que más apetece. Y sobre todo, porque a ver quién va en contra de los dogmas del momento. Pues mira, tú que tienes criterio, tú que piensas, tú que no te quieres dejar manipular, tú que ya eres adulto. ¿No te parece?