miércoles, 29 de abril de 2009

ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA MISA


Asistimos a la Misa y después ¿qué? ¿Salir rápido, casi atropelladamente? Acabamos de estar en algo tan sagrado, que nos ayudará quedarnos unos momentos dando gracias a Dios:

Señor, acabo de asistir a la Santa Misa, memorial de tu Pasión, Muerte y Resurrección. He deseado ardientemente que llegara este momento para estar contigo y llenarme de Ti. Quiero que sea siempre lo que ha de ser: el centro y raíz de mi vida. Me siento especialmente hijo de Dios.

He tenido la oportunidad de recibirte en la comunión. Por eso, ahora sólo puedo decirte: gracias. Muchas gracias. Te quiero con toda el alma y te pido ayuda y fortaleza para que todo lo que he vivido se note en mi vida.

Que se note en cada pensamiento, en cada deseo, en cada acto.

Y que sepa llevarte a los demás.

Que todo empiece en Ti como en su fuente y tienda a Ti como su fin.

Te pido por tantas necesidades, esas que quizá más me preocupan, esas que llevo en mi alma. Te pido por las personas que tengo encomendadas, por mi familia, por mis amigos, por las que me han pedido que rece por ellos, por aquellos a quienes he asegurado mi recuerdo en la oración. Las pongo en tu Corazón, donde yo mismo quiero estar siempre.

No permitas que me separe de Ti y dame la gracia para seguir trabajando alegre y sin quejas en tu servicio. 

martes, 28 de abril de 2009

PARA PREPARAR BIEN LA SANTA MISA (3)




Esperando al sacerdote podré evocar ese momento cumbre en que Dios se hace presente entre nosotros. Por eso pediré, ya desde esos instantes:

“Que, en el momento de la consagración, sea muy consciente de lo que estoy viviendo: todo un Dios que viene al altar. Que sepa ver, especialmente, con los ojos de la fe”.

“Que acompañe a los ángeles que adoran a Dios, y le diga interiormente: Señor creo en Ti, espero en Ti, te amo”.

“Que cuando llegue el momento de la comunión vea en mi interior si soy digno de acercarme a recibir a Jesús, como Él quiere ser recibido: con limpieza de alma”.

“Que sepa hacer un acto de dolor de amor si no estoy debidamente preparado y, desde mi sitio, haga una comunión espiritual, diciéndole que no puedo recibirlo, pero hago el propósito de hacer una buena confesión, para acercarme a Él con pureza, con humildad, con devoción”.

“Que no me despiste pensando en mil cosas. Que aprenda a decirle: ‘Si he podido recibirte ¿qué puedo hacer sino darte gracias, con toda el alma? No permitas que me separe de Ti’”.

“Que durante toda la Misa esté en lo que tengo que estar, que nada turbe esa paz de estar con el Rey de Reyes. Que no deje que mis sentidos estén dispersos, aunque haya mucha gente, aunque haya ruido, aunque haya circunstancias que me lo impidan”.

“Que no me deje llevar por la inconsciencia o la rutina. Que aprenda a decirle al Señor cosas hermosas que llenen mi mente, desborden mi corazón y se traduzcan en obras”.

“Que aprenda a pedirle también, con toda el alma, que todos los que asistan a la Santa Misa, y yo el primero, sepamos después llevar a la vida lo que acabamos de experimentar, el encuentro con el Señor”.

“Porque te quiero, Señor, Tú eres mi fortaleza y mi descanso”.

lunes, 27 de abril de 2009

PARA PREPARAR BIEN LA SANTA MISA (2)




Antes de la Misa, de rodillas si es posible, delante del Sagrario, ¿qué cosas diré abriendo de par en par mi corazón? 

“Señor, ayúdame a agudizar mis sentidos para ponerlos en tu presencia: que no me despiste, y si me despisto que vuelva enseguida a lo que me quieres hacer vivir”.

“Que sepa ‘meterme en ambiente’, y cuando salga el sacerdote, sea quien sea, vea en él a Cristo, en cada palabra, en cada gesto”.

“Que rece por el sacerdote, para que celebre bien, para que sea fiel reflejo del Señor, para que muestre en la manera de hacer las cosas su amor a Dios, a la Iglesia y a las almas”.

“Que no lo juzgue, que sepa comprender sus limitaciones, sus cansancios…”

“Que escuche la palabra de Dios con atención, con novedad de enamorado, aunque la haya escuchado ya muchas veces y me parezca que ya me la sé”.

“Que atienda la predicación: aunque se alargue o se enmarañe. Que sepa encontrar en ella ese aspecto que me lleve a meterme más en Dios, a descubrir algo que espolee mi alma, que me lleve a hacer algún propósito para llevarlo a mi vida”.

“Que me una al sacerdote en el ofrecimiento a Dios de los dones del pan y el vino. Que ponga allí, junto a ellos, en el altar, todos mis afanes, preocupaciones, alegrías. Y diga: purifícalas Tú”.


viernes, 24 de abril de 2009

PARA PREPARAR BIEN LA SANTA MISA (1)



La Eucaristía, la Santa Misa, es el momento culminante del día para un hijo de Dios.

Allí se lleva a cabo ese milagro de amor de Dios que se entrega totalmente no en general sino por mí, que se ofrece en sacrificio por mi salvación.

¡Cuántos motivos para el agradecimiento!

De ahí que haya que poner, al menos, un poco de nuestra parte para prepararla bien.

Unas pistas para no “despistarse”.

Llegar a tiempo. Ser puntuales.

Voy a hacer el propósito de estar unos momentos en la Iglesia antes de que salga el sacerdote al altar. Y le voy a pedir a mi Ángel de la guarda a que me urja, para que no me entretenga en cosas que, aunque me parezcan urgentes, me hacen llegar tarde.

¿Qué puede ser más “urgente” que disfrutar con el Señor?

Será un primer acto de generosidad por mi parte.

Luego apagaré el móvil, porque ¿no merece mi gran Amigo que le dedique, de verdad, un buen rato sin que nadie interrumpa nuestro encuentro, nuestra conversación? 

Después ya tendré la oportunidad de volver a lo que había dejado pendiente, pero ahora ha de ser Él el protagonista.

"Mi atención sólo para Ti, te la aseguro. Ayúdame a no pensar en otras cosas, y si me vienen a la cabeza, que las ponga en tus manos para que Tú seas quien les dé la orientación adecuada"

Después, delante del Santísimo si es posible, me pondré unos momentos de rodillas. Y le pediré que me ayude a vivir muy bien ese acto que ha de marcar mi jornada.

Y le diré algunas cosas importantes...


jueves, 23 de abril de 2009

¿POR QUÉ SOY SACERDOTE? (1)


La respuesta más sencilla y veraz que se me ocurre es esta: Porque Dios lo ha querido y lo sigue queriendo. 

Hace hoy exactamente 15 años que me ordenó D. Ángel Suquía en una catedral de la Almudena recién consagrada por Juan Pablo II. No estaba tan “acabada” como luce actualmente, pero entonces me pareció que era la Jerusalén celeste. Hasta ahí podíamos llegar.

Pues bien, después de estos 15 años estoy tan ilusionado como aquel día en que estaba a punto de estrenar algo tan grande. Y lo único que me sale a estas alturas es el agradecimiento.

¿Cómo empezó todo? Pues no sabría decirlo con exactitud, o a lo mejor sí que lo sé y no quiero decirlo, porque eso es de "intimidad con el Señor", algo que queda entre Él y yo. ¡Cuántas cosas comentamos entre los dos acerca de esto y de tantas otras circunstancias! Cosas nuestras...

Pero sí puedo decir que es algo que me dejó perplejo entonces y me sigue dejando perplejo ahora. Y le digo, algunas veces, con cierta complicidad: “hay que ver cómo eres, cómo te gusta jugar con los hombres, como juegas conmigo”.

Y siento que Él me mira con ojos brillantes, llenos de pillería y me sonríe. Yo le respondo: “¿ves? me das la razón.” Y Él sigue sonriendo. ¡Cómo nos entendemos! Claro, somos viejos amigos…

Cada vocación es un milagro. Lo sabe Dios y lo sabe el interesado.

Es una elección, sería ridículo pensar que es un trabajo por el que uno siente en un momento dado cierta atracción, y ya está. Es algo bien distinto.

¿Quién es el sujeto de esa elección? ¿Quién es el que elige? Pues, aunque pudiera parecer lo contrario, no es el "interesado", sino Dios, que se "mete donde, aparentemente, no le llaman".

Dios, que puede resultar incluso incómodo y que elige para algo: obrar en su nombre. En medio una persona que se queda sorprendida ante algo que le ocurre sin que él lo controle mucho, pero ante lo que hay que responder, tomar una decisión. 

Continuará (si tiene interés...)

sábado, 18 de abril de 2009

Linces, preservativos y otras minucias


Nos molestan los dogmas. Lo que hay que creer porque sí. No casan bien con nuestra mentalidad libre, que quiere volar sin restricciones. “No me pueden imponer que piense así, que comulgue con ruedas de molino, que diga sí a esto o a lo otro. Si no pasa por mi criterio y por el metro que yo, soberanamente le aplico, no me sirve”. El propio yo se erige en medidor de todo. Este modo de pensar es, sencillamente, un hecho que constatamos a cada paso.

Pero he aquí que, frente a esto, surgen las palabras mágicas: “progresista, democrático, ecológico, avanzado…”, y todas sus derivadas. Palabras, conceptos, que tienen tal poder de hechizo sobre las personas, que su criterio, su modo de pensar, su opinión, lo único que puede o parece que debe hacer, es arrodillarse ante lo que plantean en señal de adoración.

Y surgen los nuevos dogmas. Lo que hay que creer porque sí, porque a ver quién es el guapo que se deja señalar como antidemocrático, como retrógrado, como contrario a lo ecológico… Y ahí entran el lince y el preservativo.

Analicemos un poco la cuestión. A la Conferencia episcopal se le ha ocurrido presentar una campaña. Y un cartel. Allí aparecen dos imágenes tiernas: a la derecha un cachorro de lince con el sello de especie protegida, a la izquierda un bebé que se interroga: “¿y yo?”.

Los de los nuevos dogmas se han escandalizado de que los obispos hagan estas cosas. ¿A quién se le ocurre, con lo simpáticos que son los linces? Y desde altas instancias de la administración se han aprestado a subvencionar, no podía ser menos, el lince ibérico que ha sido agraviado con esta campaña. Mientras tanto, parece que las ayudas a las madres que tienen dificultades para seguir adelante con su embarazo, no llegan.

“Nosotras parimos, nosotras decidimos”. Pero se informa poco para poder decidir y da la impresión de que los nuevos dogmas quieren imponer una decisión única. No hace falta ser muy sagaz para intuir cuál es: quitarse de encima el problema, es decir, abortar.

Luego está el preservativo. Resulta que el Papa va a África, un continente donde la plaga del sida ha causado un verdadero “exterminio”. En el avión que lleva al Papa y a los periodistas, hay una rueda de prensa y, ante la pregunta evidente sobre este mal, el Papa responde. El sida no se resuelve con los preservativos. Y explica para el que quiera entender. Primero porque de lo que se trata es de humanizar la sexualidad. Segundo porque hay que atender desde una verdadera amistad y disponibilidad a las personas que lo sufren.

Escándalo en muchos medios de comunicación: el Papa y la Iglesia contrarios al progreso, se tapan los ojos ante el problema. Otra vez la adoración ante el “pensamiento único”. Algunos países, entre otros el nuestro, se cree en la obligación de regalar preservativos para no privar a los africanos de sus “derechos sexuales”.

Pero resulta que se sabe, y está científicamente demostrado, que el preservativo no termina de “preservar”, y además favorece la promiscuidad sexual, es decir, los encuentros sexuales indiscriminados. Con lo cual, más que atajar el problema en su raíz, lo que se hace es maquillarlo y lo que es peor: extenderlo más aún.

¿A alguien se le ha ocurrido dar otra solución a ver qué pasa? Pues sí, algún país, también africano, ha puesto en marcha una campaña para promover un comportamiento sexual basado en la “castidad”. Palabra prohibida en muchos ambientes y que suscita una sonrisita de: “a estas alturas con esas tonterías”. Pero resulta que ha funcionado. Cuando se vive bien la sexualidad en el matrimonio, cuando no hay cambios de parejas como si estuviéramos en un concurso de baile, resulta que funciona.

¿Y por qué no se dice esto? Porque muchas veces no se quiere escuchar, porque se impone una especie de “censura de los nuevos dogmas”, o porque “lo otro” es lo más cómodo, o lo que más apetece. Y sobre todo, porque a ver quién va en contra de los dogmas del momento. Pues mira, tú que tienes criterio, tú que piensas, tú que no te quieres dejar manipular, tú que ya eres adulto. ¿No te parece? 

jueves, 16 de abril de 2009

Agradecimiento



Ser agradecidos es algo que, aparentemente, no cuesta mucho. Sin embargo, la experiencia nos dice que sí, que cuesta mucho más de lo que uno podría pensar. Si todo lo hemos recibido de Dios ¿qué menos podemos hacer que agradecérselo a Él, y agradecer a los demás esos pequeños, o no tan pequeños, servicios que nos hacen? Recordemos lo que decía San Agustín: "¿Qué cosa mejor podemos traer en el corazón, pronunciar con la boca, escribir con la pluma que estas palabras: 'Gracias a Dios'? No hay cosa que se pueda decir con mayor brevedad, ni oír con mayor alegría, ni sentirse con mayor elevación, ni hacer con mayor utilidad". San Agustín, Epistolae 41, 1