domingo, 2 de octubre de 2011

DECÍAMOS AYER: EN LA VIÑA DEL SEÑOR

Comentario a las lecturas del Domingo XXVII. Ciclo A: Is 5, 1-7 / Sal 79 / Flp 4, 6-9 / Mt 21, 33-43.

Soy de un pueblo de vides, de viñas. Cuando cada año llegan estas fechas, las calles huelen a vendimia y los remolques pasan repletos de uvas. Antes las llevaban a las bodegas, ahora a la Cooperativa. Allí esa uva se exprime, se hace mosto y después, en grandes tinajas, se va convirtiendo en vino, en vino bueno, en vino de la Mancha, que no está nada mal.

El dueño de la viña: Dios. Y nosotros los vendimiadores. Vendimiar cansa, hay que agacharse y duelen los riñones. Por eso queremos cambiar las tornas, mejor ser nosotros los propietarios, que resulta más sencillo. Los propietarios de la viña mandan, deciden: tú aquí y tú allá. Mejor así para que no me digan lo que tengo que hacer y, si es posible no agacharse mucho que es duro.

Lo que pasa es que luego, después de un Papa como el Beato Juan Pablo II, que se deja la vida por amor a Dios. Eligen a un nuevo Papa que sale al balcón de la basílica de San Pedro el día de su elección y se define como: “Humilde trabajador de la viña del Señor”. Un vendimiador, vamos. Y nos desconcierta, porque resulta que esas palabras que dice no son de protocolo.

Él, que no acostumbra a dar puntada sin hilo, nos descubrió cuál había sido su manera de obrar hasta ese momento y cuál iba a ser su empeño a partir de ahí, para darnos así la pista a cada uno de nosotros de cuál es nuestra vocación: humildes trabajadores de la viña del Señor

Resulta que nos dice el Papa y repite el sacerdote que hay que hay que agacharse aunque le duelan a uno los riñones, que nada de amos, sino vendimiadores, asalariados. Y lo dice de manera clara: ser santos. Y, aunque no lo digamos, pensamos: "y dale que te pego a la santidad, como si yo pudiera codearme y tratar de tú a tú con la Madre Teresa o con Juan Pablo II".

Con lo que cuesta eso. Total, que nos suena un poco a música celestial: lo escuchamos pero no nos lo creemos demasiado. “Pues anda que no hay diferencia del decir al hacer”.

Aunque al principio seamos unos idealistas y desbordemos de alegría, cuando nos topamos con los problemas y “llega el tío Paco con las rebajas” nos volvemos realistas y nos echamos para atrás, y lo que nos había ilusionado nos parece irrealizable:

"Santos con estos dolores que me dejan baldado, santos con la bruja de mi suegra o de mi nuera, santos con el vecino de en frente, que no hay quien lo aguante, santos con ese niño impertinente de la vecina que me pone de los nervios, porque no para de hacer tratadas". Y así nos vamos justificando, bajamos el listón, nos conformamos con no dar escándalos y nos quedamos tan frescos.

¿Qué pasa? Pues que no nos fiamos de que todo eso sea cierto. Le acabamos robando a Dios la capacidad de exigirnos y terminamos amoldando nuestra vida a nuestro capricho.

“¿Entregarnos a fondo y de verdad? Bueno, bueno, sin exagerar”. Y mientras tanto vamos matando a los mensajeros, esos que nos dicen: "venga, que puedes, venga que hay que tirar del carro". Porque en el fondo tenemos miedo a que nos duelan los riñones, y queremos ser los amos.

¿De qué se trata entonces? Pues de hacer una apuesta decidida por el amor, por defender las cosas que merecen la pena, por confiar muchísimo en el Señor que da la alegría a pesar del esfuerzo, por la esperanza, aunque no esté de moda. No podemos dejar que la sangre de Cristo, que el empuje de tantas almas que se toman en serio la santidad, corra en vano.

No estás solo, hay muchos que están en lo mismo. Dios acudirá en tu ayuda. Recuerda lo que decía el apóstol san Pablo: "No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera toda inteligencia custodiará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús". Pues eso, acudamos a la Virgen, y vamos a ponernos a ello.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Entregarse a fondo y de verdad, para ello hace falta un profundo examen sobre nosotros, sobre nuestra condición, sobre lo que esperamos, sobre lo que buscamos, y hasta donde estamos dispuestos a llegar para conseguirlo. Pero enfrentarnos con cada uno de estos interrogantes nos da miedo, no sea que nos encontremos con nosotros mismos...
Pero si aún así sacasemos el valor para mirarnos en el Señor, veríamos que es facil sacar adelante el proposito de la entrega, solo tenemos que fijarnos en su vida de trabajo, de oración...
No es así D. Alfonso?

RockyMarciano dijo...

Bienvenido al ciberespacio de nuevo, D. Alfonso.

Sería una buena idea que las homilías dominicales incluyeran la información de la liturgia a la que se refieren. Piense que un artículo se puede leer mucho tiempo después de haberse publicado.

En este caso:

02/10/2011 – Domingo de la 27ª semana de Tiempo Ordinario.
- Isaías 5, 1-7
- Sal 79, 9 y 12. 13-14. 15-16. 19-20
- Filipenses 4, 6-9
- Mateo 21, 33-43

Las lecturas pueden verse en la página correspondiente a este día, en la sección de Oración y liturgia de la archidiócesis.

La sección de enlaces de la web parroquial nos informa también de que la Sagrada Escritura completa está en la web del Vaticano.

Que Dios lo bendiga.

D. Alfonso dijo...

Muchas gracias, RockyMarciano. Lo tendremos en cuenta para unas próximas entregas.

D. Alfonso dijo...

Aunque nos dé miedo... No podemos olvidar esa frase que abrió el pontificado del Beato Juan Pablo II: "no tengáis miedo, abrid de par en par las puertas a Cristo". Es en el fondo hacer eco a ese "soy yo, no temáis" de Cristo a sus discípulos en tantas ocasiones. La valentía es propia de los hijos de Dios. Y nosotros lo somos.