martes, 4 de octubre de 2011

UN TIEMPO MÁS ATRÁS: LA CUADRATURA DEL CÍRCULO

Comentario a las lecturas del domingo XXVI del Tiempo Ordinario. Ciclo A: Ez 18, 25-28 / Sal 24 / Flp 2, 1-11 / Mt 21, 28-32.

Hay que ver lo peculiares que somos los hombres. Con tal de llevarnos el gato al agua, de hacer lo que nos apetece, hemos inventado la cuadratura del círculo, poner una vela a Dios y otra al diablo, nadar y guardar la ropa.

Y una de las maneras de sacar adelante eso, que es, en definitiva, hacer que prevalezca nuestro yo, es buscar, ante todo, quedar bien, actuar hacia fuera.

¿Que puede haber alguna tensión, algún conflicto? No importa. Decir lo que el otro espera de mí salva la situación por el momento, y me deja en buen lugar.

El otro me mira y dice: "qué bien, lo tengo a favor, está en buen plan". Y mientras tanto yo, con mi carita de buen chico y de no haber roto nunca un plato, lo estoy engañando.

Pero ese engaño es muy relativo porque, como esa manera de salir de la situación es superficial, los problemas siguen estando ahí.

Las buenas palabras son buenas palabras, o buenos gestos, pero no son capaces de sacar adelante nada. Resolver las cosas exige otra actitud, exige comprometerse y eso es incompatible con sonreír sin más y no mover un dedo en algo que verdaderamente merece la pena.

De esa forma, el "sí, sí, muy bien, de acuerdo, lo que tú digas", se convierte en el fondo en un: "déjame en paz" "déjame tranquilo que ya haré yo lo que me dé la gana".

El Evangelio nos pone sobre la mesa dos actitudes de fondo que están de permanente actualidad: el hijo respondón y el sumiso. El buenecito y el rebelde. Dios que pide y la respuesta del hombre que tiene en sus manos dar o no dar.

En el fondo está en juego la pregunta clave: ¿a quién ponemos en primer lugar: a Dios o a nosotros mismos, sus criterios o nuestra manera de ver las cosas?

¿De qué nos está hablando constantemente el Papa? De implicarnos. Hay que optar y eso exige compromiso, aunque duela, aunque pueda desgarrar por dentro.

Parece que somos tan celosos de lo nuestro, que terminamos viendo a Dios como un ladrón. Y no es así: "Dios no quita nada, lo da todo".

¿Cuándo vas a empezar a mojarte, a comprometerte? ¿Quieres seguir siendo masa, gente del montón? Porque es la manera de ser un eterno insatisfecho, un infeliz.

Solo estaremos llenos cuando demos lo que previamente hemos recibido de Dios.

El otro día una persona que había colaborado en la organización de la JMJ decía, lleno de alegría, que su hermano de 20 años acaba de incorporarse al seminario.

Pues eso. Dar el paso. Que puede ser entrar en el seminario, o dejar de ser un vago redomado. Puede ser confesarte porque hace años que lo tienes pendiente o reconciliarte con tu padre o tu marido o tu mujer porque eres un terco y no quieres dar tu brazo a torcer.

Medítalo ¿Es que te da miedo comprometerte, dejar que Dios te pida cosas, porque te incomodan?

Reconócelo, ¿No estás dándole largas, diciendo qué bonito todo, para después seguir haciendo lo mismo y seguir en tu rutina?

Mira a ver si te compensa, porque esa manera de actuar es la forma más fácil de ser un infeliz o un mediocre. Da el paso que te llenará de alegría, porque te llenará de Dios.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

En cuanto se refiere a la “normalidad de nuestra vida cotidiana” estoy de acuerdo que somos cómodos y solo ofrecemos de nosotros lo que no cuesta, lo que sobra, lo que no nos produce molestia… damos cuando estamos “bien”, cuando nuestra vida no sufre tropiezos... pero en los momentos en los que la vida se muestra dura, (a veces tremendamente cruel), hay que tener las ideas muy claras, disponer de una fortaleza superior, (porque la nuestra no sirve), para poder seguir siendo FIEL, fiel a Dios, fiel a nosotros, fieles con los demás, (por encima de que las personas tengan la capacidad de dañarte)… pero debe de comprender la irresistible tentación del decaimiento, (un decaimiento físico y espiritual que te incapacita para la entrega), un querer encerrarse en sí mismo para que así quizás la vida deje en cierta medida de ahogarte, ya sé que ésta postura, que quizás en un principio sirva, a la larga se convierte en un pozo del cual resulta difícil salir.
“Coger nuestra Cruz y ofrecérsela al Señor es la salida, SI, pero primero tenemos que saber cómo cogerla para que no nos aplaste en el intento”, y ahí es donde entra el deseo ferviente de que Dios te escuche, te muestre el camino, te sostenga… y mientras tanto nos volvemos egoistas

D. Alfonso dijo...

Para "coger" la cruz, siguiendo el Evangelio, lo que conviene es "negarse a sí mismo". ¿Qué quiere decir ese "negarse a sí mismo"? Pues que el camino es no apoyarse en las propias fuerzas, sino apoyarse en Dios. Somos hijos suyos, y esa es la mejor garantía de que no seremos nunca, jamás, abandonados. Él siempre estará de nuestra parte, incluso en los momentos más delicados. Otra cosa es que nos demos cuenta. No hay que perder de vista que "todo es para el bien de los que aman a Dios".