Is 25, 6-10a / Sal 22 / Flp 4, 12-14 / Mt 22, 1-14. XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A.
Con cuanta minuciosidad y cariño se prepara una boda. El Señor, que conoce el alma humana, nos propone precisamente ese ejemplo: un gran Señor que prepara la boda de su hijo y pone especial interés en que todo salga bien, en que los invitados queden contentos.
¿Qué significado tiene esa boda? Esa boda es imagen de la Eucaristía, de la Santa Misa. Y también, cómo no, podríamos decir que es imagen del cielo. Porque no podemos olvidar que la Misa es un anticipo de cielo.
Hay muchos que a la Misa no le dan importancia o, por lo menos, la importancia que verdaderamente tiene. Tampoco es que la desprecien, a tanto quizá no lleguen, "pero bueno, si falto, si llego tarde, no pasa nada". Y sí que pasa: que me privo de un tesoro que Nuestro Padre Dios ha previsto para mí, para cada uno de nosotros. Porque es el puente que ha querido trazar para que podamos llegar directos a Él.
No olvides: No es un favor que tú le haces a Él, es todo lo contrario, es un favor que Él te hace a ti. No lo desprecies, no lo desaproveches.
Faltar a la Misa del domingo si no es por un motivo grave, por ejemplo una enfermedad, o cuidar a un enfermo, ¿es, entonces, un pecado? Sí es un pecado grave porque enfría hasta dejar helada nuestra relación con Dios. Nos priva de poder recibir la comunión. Si uno ha faltado a Misa, para poder comulgar hay que confesar antes. No vale decir: voy un día entre semana y convalido. No. No es que esté mal ir a misa entre semana, pero eso no suple la misa del domingo que es el día del Señor.
Pero, además, no puede quedarse ahí la cosa. Tenemos que cuidar mucho cómo vivimos nuestras celebraciones dominicales. Hemos de cuidarlas entre todos. Algo que es fundamental es afinar en la puntualidad. Si de manera habitual llegamos a las lecturas, al Evangelio o a la homilía no escuchamos Misa entera, y nos estamos perdiendo algo esencial.
Es verdad que en alguna ocasión a uno se le pueden torcer las cosas, pero lo que en un momento dado podría considerarse como algo extraordinario, no se puede convertir en algo habitual, en lo ordinario.
Es bueno que vayamos afinando con esas preguntas incisivas que han de atravesar el alma: ¿Cómo puedo yo mejorar, de verdad, de forma palpable mi atención, mi cariño, en esa cita de amor con el Señor? ¿Cómo vivo la Misa? ¿La vivo desde que sale el sacerdote de la sacristía hasta que vuelve a ella? ¿Me doy cuenta de que en la Misa están muy presentes los ángeles venerando al Señor? ¿Soy consciente de que a Nuestra Madre la Virgen te llama también a estar, como ella, muy cerca de su Hijo, Jesús?
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