martes, 18 de octubre de 2011

DIOS Y EL CÉSAR

Is 45, 1. 4-6 / Sal 95 / 1 Ts 1, 1-5b / Mt 22, 15-21. XIX Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo. A.

“¿Tenemos que pagar el tributo al César?” Es la pregunta que le hacen aquellos enredadores a Jesús. Una trampa para pillarlo en un renuncio. Y no hemos aprendido, porque también nosotros hacemos lo mismo: queremos ponerlo en un compromiso, para ver si así nos salimos con la nuestra.

Se ha querido cortar el mundo en dos con una especie de espada de lo racional:

a) por un lado estaría el mundo de lo material, lo de todos los días. Sería todo aquello donde está lo práctico, lo corriente, en lo que nos jugamos la eficacia de la vida.

b) por otro lado estaría el mundo de lo espiritual, que, según este planteamiento, seria más teórico y vaporoso, se reduciría al ámbito de lo privado y sería como más decorativo o marginal.

No es que reneguemos de lo segundo, pero nos encontramos más cómodo en la primera de las mitades, porque la controlamos mejor.

Ver las cosas así no deja de ser demasiado simplificador, porque no terminamos de descubrir el rostro de Dios en todo lo que nos rodea y, sin embargo, está allí.

Hay un salmo precioso, concretamente el 19, que nos lo recuerda: “Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes...” ¿De qué nos habla? del señorío de Dios.

Descubrir a Dios. Después de la pregunta, lo primero que hace el Señor, no lo perdamos de vista, es decir que le presenten una moneda. ¿Por qué? Porque todo, la realidad, lo más material, no puede sustraerse de la mirada de Dios. Él es el que le da el verdadero valor.

Cuando el Papa fue al Bundestag alemán, algunos parlamentarios se ausentaron de la sala. ¿Por qué? O les molestaba que estuviera allí un Papa, o les parecía que lo que pudiera decir debía ser irrelevante. Un discurso religioso. Es evidente que un hombre de Dios no puede dejar a Dios al margen ni de sus palabras, ni de su vida. No habían calculado, quizá, que ese hombre de Dios también sabe hablar y debe hablar del hombre que es, hechura de Dios.

Y así habló el Papa, del derecho, de la justicia, de la ecología. Sí, sí, de la ecología. Y de la ecología en su pleno sentido. ¿Por qué el Papa puede hablar de tú a tú con los ecologistas? porque la verdadera ecología es la que sabe poner al hombre en el centro de la creación para que el propio hombre sea considerado como un verdadero tesoro, digno de ser “protegido” y no instrumentalizado.

Y, como Papa y como alemán allí, en sede parlamentaria mostró a lo que puede llegar el hombre cuando se apoya en un “poder” que prescinde del derecho, del derecho natural: los campos de concentración. Y no dudó en citar una frase dura de San Agustín: “Quita el derecho y, entonces, ¿qué distingue el Estado de una gran banda de bandidos?”.

Qué importante es que percibamos con claridad que cómo Jesús les hacía ver la imagen del César en una moneda, pero la imagen de Dios está inscrita en todo hombre, incluso en el César, en los que detentan el poder.

Una consecuencia muy práctica para nuestra vida cotidiana es que tenemos que ser muy libres y poner nuestra medida en Dios y en nadie más, porque si no nos llevaremos muchos disgustos. No podemos olvidar es si acabamos obrando mas de cara a los demás, o de cara a la galería, que de cara a Dios.

Acabamos viendo la imagen del César, de los poderes de este mundo, en todo. Y hemos de ver en todo la imagen de Dios.

Estos días de atrás recordábamos el día de Santa Teresa de Jesús, una mujer, que aun siendo mujer supo vencer a su tiempo, y crear modernidad en su tiempo, porque amó mucho a Dios. Y amar a Dios es siempre algo que siembra progreso, el progreso del bueno.

“Donde hay Dios allí hay futuro”. Ese era el lema del viaje del Papa a Alemania. Donde hay Dios hay progreso, hay humanidad. Donde apartamos a Dios acabamos destruyendo al hombre.

3 comentarios:

RockyMarciano dijo...

Se agradece el Ciclo A
y lo del Tiempo ordinario.
Aclaran el sermonario
que el párroco ofrece acá.

Con la adición, sin embargo,
diez domingos se han perdido.
A Don Alfonso le pido
que no los pase de largo.

Aunque sea jocoso el tono,
repáselo y haga cuenta:
las lecturas que comenta
no son del decimonono.

Anónimo dijo...

…tener claras nuestras convicciones y ser coherentes en nuestros pensamientos y acciones, esto implica dejar nuestra comodidad y egoísmo aparcados y ser valientes en lo que se refiere a mostrar nuestro interior, de esta manera podremos dar “al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”, un razonamiento claro pero (me va a permitir) difícil de llevar a cavo.

Anónimo dijo...

Que cuesten las cosas no quiere decir que no haya que hacerlas, quiere decir que cuestan. Al niño pequeño no le gusta que le pongan una inyección, o tomar un jarabe. Y, aunque no le guste, es lo que le puede curar. Así que... Digo yo...